sábado, 30 de noviembre de 2013

LA RELACIÓN: CLIENTE – ARQUITECTO.


LA RELACIÓN:  CLIENTE – ARQUITECTO.

Arq. Abel Colorado Sáinz

A invitación de una escuela de Arquitectura en la ciudad de Puebla, acudí con gusto a platicar con estudiantes del último semestre,  seleccioné un tema que generalmente no está considerado en el Plan de Estudios y que tiene que ver especialmente con la relación entre el cliente y el arquitecto. El ímpetu de la juventud, la falta de experiencia y el deseo de sobresalir pronto y ganar dinero son algunos de los motivos que inciden en los primeros errores  cometidos por los recién egresados. Les hablé a los jóvenes de la conveniencia de actuar con cautela al emprender un compromiso laboral en el ámbito profesional.

La ética siempre debe estar por encima de cualquier situación contractual, el respeto de las normas y reglamentos se garantiza con el empleo de la honestidad y el respeto. Así como un cliente tiene la libertad para contratar a un arquitecto, también nosotros podemos declinar una oferta que no nos conviene, por ejemplo, si la propuesta del proyecto va contra la filosofía del profesionista, no le parece suficientemente interesante, se sale de su especialidad o simplemente la idea en general no le agrada, es mejor no tomarlo. Cierto, ¿a quién no le gusta el trabajo constante? y ¿quién no necesita dinero?, pero finalmente un proyecto demanda atención, tiempo, esfuerzo y dedicación plena. A veces es mejor valorar y tener paciencia que aceptar lo primero que se tiene enfrente.  Además, parte de ser profesional se refiere a hacerlo por convicción, pasión y vocación, no sólo por interés económico.

Otras veces, es un grave error del arquitecto aceptar un proyecto que parcial o totalmente incluye un área que se desconoce.  Ser inexperto y actuar como experto puede tener repercusiones desastrosas. Es mejor ser honesto y proponerle al cliente caminos viables como subcontratar o recomendar a un colega con experiencia o especialidad en el tema. Estar abierto a negociar el presupuesto está perfecto, pero cuidado con bajarse demasiado con tal de obtener el trabajo, porque puede suceder lo siguiente: La ganancia para el arquitecto puede ser nula, se termina poniendo dinero o los trabajos se harán de mala calidad en perjuicio del cliente.

Cuando se tiene conocimiento de que un cliente es de difícil trato, irrespetuoso, intolerante o que simplemente no se ajusta a nuestro modo de trabajo, lo mejor es rechazar la oferta por muy buena que parezca, las cosas nunca salen mejor que cuando se trabaja a gusto y en armonía con el cliente.

En general, no es buena idea mezclar familia con trabajo, pues cualquier desacuerdo  se extiende más allá de lo laboral y los conflictos pueden hacerse más grandes de lo que son, incluso algunos esperan recibir servicios gratis por el hecho de sentirse parte de la familia.

En resumen, más vale rechazar una oferta que dejar clientes inconformes que puedan dar futuras malas referencias. El cliente, más allá de ofenderse apreciará la honestidad tras una negativa bien sustentada. Es mejor dejar puertas abiertas a futuras colaboraciones, y que el cliente, más que quedarse con el “NO”,  recuerde a una persona sincera y profesional que toma su trabajo muy en serio.

 


 

 

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