Arq.
Abel Colorado Sáinz.

En el año de 1980, la
Universidad Veracruzana abrió en Córdoba la Facultad de Arquitectura, era
rector Roberto Bravo Garzón y ante la alta demanda de inscripción en Xalapa se decidió desconcentrar la matrícula en dos
sedes más: Poza Rica y Córdoba.
Los fundadores de la
naciente escuela fuimos los arquitectos: Genaro Schettino Panzzi, Héctor Miguel
Rojas Ángeles (+), Roberto Herrera Betancourt, Fernando Fco. Serna Solís, egresados
de la UNAM; Rafael González Gama, Luis Fco. De la Llave Gil, Sergio Ochoa
Vázquez (+), el ingeniero José Luis Oviedo Martínez, el Lic. Pedro Méndez
Estévez, de la UV, y un servidor, también de la UNAM.
La Facultad inició sus
actividades académicas en las instalaciones de la ESBAO, en un espacio
reducido, con mobiliario inadecuado pero con entusiasmo y muchas ganas de
trabajar; quienes impartíamos clases no
teníamos experiencia docente y menos capacitación pedagógica, sin embargo,
había gente de reconocido prestigio en el campo profesional y, los más jóvenes,
con enormes deseos de dar lo mejor de nosotros.
A los pocos años fue posible
contar con un edifico propio, gracias al altruismo de un grupo de ciudadanos
que conformó el “Patronato Cordobés de la Universidad Veracruzana”, que con una
excelente organización sumó esfuerzos y generó los recursos para adquirir el
terreno y edificar lo que ahora es la Facultad en el rumbo de San Francisco
Toxpan. Extraordinaria labor que deberá siempre ser reconocida por la sociedad
y por la propia Universidad.
A casi treinta y tres años
de existencia, la facultad cuenta con un excelente nivel académico, muchos de los arquitectos que ahora se
distinguen en el campo profesional de
Córdoba y la región son egresados de sus aulas, portan con orgullo la insignia
de la casa y estoy seguro que recuerdan con cariño y aprecio a quienes fuimos
una parte importante de su formación.
Pero como sabemos, todo
tiene un principio y un fin, de aquellos diez
fundadores hoy no queda uno en activo, Héctor y Sergio emprendieron
antes el camino y los demás hemos llegado a la etapa de la jubilación, eso sí, con
mucho júbilo y llevando a cuestas infinidad de cursos de actualización y
capacitación, seminarios, diplomados, especialidades, maestrías y hasta doctorados,
que se suman a los muchos años de experiencia de la práctica profesional… y como
le decía a un amigo: “Caray, ahora que sé más me tengo que ir”, pues así es la
vida. Pero ni modo de jubilarse cuando ya no se pueda caminar.
Por eso hoy decimos “Adiós a
la Escuela”, no hay que olvidar que los ciclos se cumplen y que después de unos
llegan otros, ahora queda la responsabilidad de mantener el prestigio ganado a la nueva
generación de profesores de nuestra querida Facultad.
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