LA RELACIÓN: CLIENTE – ARQUITECTO.
Arq. Abel Colorado
Sáinz
A invitación de una escuela de Arquitectura en la ciudad de Puebla,
acudí con gusto a platicar con estudiantes del último semestre, seleccioné un tema que generalmente no está
considerado en el Plan de Estudios y que tiene que ver especialmente con la
relación entre el cliente y el arquitecto. El ímpetu de la juventud, la falta
de experiencia y el deseo de sobresalir pronto y ganar dinero son algunos de
los motivos que inciden en los primeros errores
cometidos por los recién egresados. Les hablé a los jóvenes de la
conveniencia de actuar con cautela al emprender un compromiso laboral en el
ámbito profesional.
La ética siempre debe estar por encima de cualquier situación
contractual, el respeto de las normas y reglamentos se garantiza con el empleo
de la honestidad y el respeto. Así como un cliente tiene la libertad para
contratar a un arquitecto, también nosotros podemos declinar una oferta que no
nos conviene, por ejemplo, si la propuesta del proyecto va contra la filosofía
del profesionista, no le parece suficientemente interesante, se sale de su
especialidad o simplemente la idea en general no le agrada, es mejor no tomarlo. Cierto, ¿a quién no
le gusta el trabajo constante? y ¿quién no necesita dinero?, pero finalmente un
proyecto demanda atención, tiempo, esfuerzo y dedicación plena. A veces es
mejor valorar y tener paciencia que aceptar lo primero que se tiene enfrente. Además, parte de ser profesional se refiere a hacerlo
por convicción, pasión y vocación, no sólo por interés económico.
Otras veces, es un grave error del arquitecto aceptar un proyecto que
parcial o totalmente incluye un área que se desconoce. Ser inexperto y actuar como experto puede
tener repercusiones desastrosas. Es mejor ser honesto y proponerle al cliente caminos
viables como subcontratar o recomendar a un colega con experiencia o
especialidad en el tema. Estar abierto a negociar el presupuesto está perfecto,
pero cuidado con bajarse demasiado con tal de obtener el trabajo, porque puede
suceder lo siguiente: La ganancia para el arquitecto puede ser nula, se termina
poniendo dinero o los trabajos se harán de mala calidad en perjuicio del cliente.
Cuando se tiene conocimiento de que un cliente es de difícil trato, irrespetuoso,
intolerante o que simplemente no se ajusta a nuestro modo de trabajo, lo mejor
es rechazar la oferta por muy buena que parezca, las cosas nunca salen mejor
que cuando se trabaja a gusto y en armonía con el cliente.
En general, no es buena idea mezclar familia con trabajo, pues cualquier
desacuerdo se extiende más allá de lo
laboral y los conflictos pueden hacerse más grandes de lo que son, incluso
algunos esperan recibir servicios gratis por el hecho de sentirse parte de la
familia.
En resumen, más vale rechazar una
oferta que dejar clientes inconformes que puedan dar futuras malas referencias.
El cliente, más allá de ofenderse apreciará la honestidad tras una negativa bien
sustentada. Es mejor dejar puertas abiertas a futuras colaboraciones, y que el
cliente, más que quedarse con el “NO”, recuerde a una persona sincera y profesional
que toma su trabajo muy en serio.








