miércoles, 29 de enero de 2014

EJEMPLO DE SUPERACIÓN Y TRABAJO.

EJEMPLO DE SUPERACIÓN Y TRABAJO.
Arq. Abel Colorado Sáinz.


Conocí a “Miguelito” en 1985, con apenas 1.40 Mts. de estatura y con 40 años de edad, se desempeñaba como velador en una obra que se construía en Fortín, le gustaba mucho el trago, un domingo el dueño lo sorprendió trastabillando  y lo despidió entre bultos de cemento, arena y cal. Al otro día me visitó para pedirme que lo apoyara con trabajo pues tenía cuatro hijos pequeños y mucha necesidad.
Hablé con él y le pedí que prometiera a su familia que dejaría de tomar, con esa condición lo ubiqué en un terreno de mi propiedad en donde había una pequeña y vieja bodega de 5 x 5 metros con techo de lámina y un baño aparte, convenimos que no pagaría renta, luz, ni agua, pero que mantendría limpio el sitio. Así las cosas, se convirtió en mi empleado e inquilino, siempre dispuesto y accesible, lo mismo lavaba los autos que barría la banqueta, hacía mandados, limpiaba la casa, recolectaba basura, pintaba las rejas, bueno… era todo un mil usos.

Poco a poco nos fuimos identificando y se fue haciendo indispensable, a veces me apoyaba para medir un terreno, aprendió a usar la cinta métrica y el nivel, se fijaba mucho  en los procedimientos y en las herramientas a emplear, también fue conociendo a clientes y amigos, por su forma de actuar caía bien y siempre se condujo con amabilidad, respeto y honradez. No le bastaba el sueldo que percibía y constantemente solicitaba trabajar horas extras, necesitaba ganar más, y más. Entonces, se convirtió en el inflador de bombas para las fiestas, movía la cuerda para la piñata y acomodaba sillas, mesas, manteles, bocinas y todo lo relacionado con los eventos de la familia. Aumentaba la carga de trabajo y al mismo tiempo subía el sueldo, y del trabajo a su casa… pero lo más importante era la actitud de Miguel, siempre hacía su labor contento, agradecido y con plena disposición.
Para los viajes de trabajo a Veracruz  era mi copiloto y secretario a la vez, paseaba conmigo en Plaza Américas y disfrutábamos juntos de la hamburguesa de Mc Donald´s y del café de Sanborn´s. Con “orgullo” presumía del status que según le proporcionaba su “patrón”.

Después de casi 20 años de trabajar conmigo, Miguel decidió abrirse paso por su cuenta y una mañana se despidió con un gesto de agradecimiento, entregó las llaves de su “casa” en la que crecieron sus hijos y que sirvió como espacio para la convivencia familiar, le di las gracias por sus servicios, por su amistad y  solidaridad.

Ahora Miguelito tiene su propia empresa, recorre Fortín en una bicicleta en la que carga su máquina podadora y varias herramientas para el cuidado y arreglo de jardines, además, terminó de pagar un lote de terreno y construyó su casa. Todos sus hijos son ciudadanos de provecho, trabajadores y responsables como su padre, para eso le dió duro a la chamba.

Cuando lo encuentro es un gusto saludarlo, ahora él es “patrón” y sigue contento, satisfecho de su trabajo y agradecido con la vida, dice que el alcohol ya no lo usa ni para untárselo… ¿ Cuántos “Miguelitos” le hacen falta a México ?.


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