ENERO
Y FEBRERO… A CUIDARSE!!!!
Arq.
Abel Colorado Sáinz
Con la celebración de La
Candelaria llegaron a su fin los festejos de diciembre y enero, primero las pre
posadas, luego la navidad y el fin de año, posteriormente la tradicional rosca de reyes y cerramos con
la tamaliza del 2 de febrero. Atrás quedaron ya los exquisitos platillos que
nos fueron deleitando el paladar, el bacalao, el pavo relleno, los romeritos,
el pollo adobado, la pierna envinada, los canelones, el cuete mechado, los buñuelos con miel, la carlota de fresa, el
ponche y todos los antojitos que estuvieron a nuestro alcance.
Habiendo cumplido
gallardamente con tanta celebración, después de las muchas manifestaciones de
aprecio, abrazos, felicitaciones y con el cúmulo de bendiciones que recibimos
por parte de la familia y de los amigos, volvemos poco a poco a la realidad y
nos tenemos que ir acomodando a lo que nos depara este nuevo año que ya se
presenta con una tendencia difícil y nada cómoda.
Ahora viene el recuento de
los daños y es el momento de atender la salud, habrá que checar los niveles de
colesterol, triglicéridos y glucosa, revisar la presión, el sobrepeso y seguramente alguna que otra dolencia derivada
de tanto ajetreo que tuvimos en estos dos meses de fiestas y jolgorio. A partir
de febrero se empiezan a echar a andar los propósitos de dietas y ejercicios,
los gimnasios incrementan sus registros, por todos lados aparecen anuncios de
zumba, aerobics y pilates, caminar aunque sea por algunos minutos se vuelve una
necesidad apremiante para el organismo, la orden es: “A bajar de peso”. Y es
que no cualquiera aguanta encontrarse con la tragedia de que ya no le viene el
pantalón y la camisa se nos ajusta cada
vez más amenazando con disparar los botones hacia al frente, el ego y la
vanidad empiezan a picar el amor propio y el subirse a la báscula día con día se convierte
en un ritual necesario para procurarnos mejores expectativas de vida.
Decía mi abuelo que una
persona adelgaza por tres motivos: Por enfermedad, por vanidad o por miedo…
claro, por miedo a morir de tanto comer. Hace poco, encontré a un amigo de mi
generación, me platicó que tenía
problemas con los niveles de colesterol y el médico le recomendó hacer
ejercicio y aparte le indicó llevar una dieta especial evitando las grasas; al
paso de tres meses logró bajar a niveles normales y empezó a sentirse tan bien
que presumía su nuevo estado de salud y una excelente actitud hacia la vida.
Sin embargo, me contaba que debido al
eficaz tratamiento ahora presentaba un semblante más delgado, y los amigos,
sobre todo los que tenían tiempo de no verlo le cuestionaban con cierta preocupación que si estaba enfermo. Y
es que se ha vuelto costumbre que cuando lo ven a uno gordito y cachetón casi
siempre el saludo va acompañado de la frase: “Te veo muy bien”.
Por todo lo anterior, bien
vale la pena apapacharnos y consentirnos pero con la premisa de que hay que
cuidarse, no olvidemos que estamos rodeados de mucha gente que nos quiere y nos
necesita.



