EJEMPLO
DE SUPERACIÓN Y TRABAJO.
Arq.
Abel Colorado Sáinz.
Conocí a “Miguelito” en
1985, con apenas 1.40 Mts. de estatura y con 40 años de edad, se desempeñaba
como velador en una obra que se construía en Fortín, le gustaba mucho el trago,
un domingo el dueño lo sorprendió trastabillando y lo despidió entre bultos de cemento, arena y
cal. Al otro día me visitó para pedirme que lo apoyara con trabajo pues tenía
cuatro hijos pequeños y mucha necesidad.
Hablé con él y le pedí que
prometiera a su familia que dejaría de tomar, con esa condición lo ubiqué en un
terreno de mi propiedad en donde había una pequeña y vieja bodega de 5 x 5
metros con techo de lámina y un baño aparte, convenimos que no pagaría renta,
luz, ni agua, pero que mantendría limpio el sitio. Así las cosas, se convirtió
en mi empleado e inquilino, siempre dispuesto y accesible, lo mismo lavaba los
autos que barría la banqueta, hacía mandados, limpiaba la casa, recolectaba
basura, pintaba las rejas, bueno… era todo un mil usos.
Poco a poco nos fuimos
identificando y se fue haciendo indispensable, a veces me apoyaba para medir un
terreno, aprendió a usar la cinta métrica y el nivel, se fijaba mucho en los procedimientos y en las herramientas a
emplear, también fue conociendo a clientes y amigos, por su forma de actuar
caía bien y siempre se condujo con amabilidad, respeto y honradez. No le
bastaba el sueldo que percibía y constantemente solicitaba trabajar horas
extras, necesitaba ganar más, y más. Entonces, se convirtió en el inflador de
bombas para las fiestas, movía la cuerda para la piñata y acomodaba sillas,
mesas, manteles, bocinas y todo lo relacionado con los eventos de la familia.
Aumentaba la carga de trabajo y al mismo tiempo subía el sueldo, y del trabajo
a su casa… pero lo más importante era la actitud de Miguel, siempre hacía su
labor contento, agradecido y con plena disposición.
Para
los viajes de trabajo a Veracruz era mi
copiloto y secretario a la vez, paseaba conmigo en Plaza Américas y
disfrutábamos juntos de la hamburguesa de Mc Donald´s y del café de Sanborn´s.
Con “orgullo” presumía del status que según le proporcionaba su “patrón”.
Después
de casi 20 años de trabajar conmigo, Miguel decidió abrirse paso por su cuenta
y una mañana se despidió con un gesto de agradecimiento, entregó las llaves de
su “casa” en la que crecieron sus hijos y que sirvió como espacio para la
convivencia familiar, le di las gracias por sus servicios, por su amistad
y solidaridad.
Ahora
Miguelito tiene su propia empresa, recorre Fortín en una bicicleta en la que
carga su máquina podadora y varias herramientas para el cuidado y arreglo de
jardines, además, terminó de pagar un lote de terreno y construyó su casa. Todos
sus hijos son ciudadanos de provecho, trabajadores y responsables como su padre,
para eso le dió duro a la chamba.
Cuando
lo encuentro es un gusto saludarlo, ahora él es “patrón” y sigue contento,
satisfecho de su trabajo y agradecido con la vida, dice que el alcohol ya no lo
usa ni para untárselo… ¿ Cuántos “Miguelitos” le hacen falta a México ?.

